“Lo Que Vibra en Silencio"

 

    Al final de todo, cuando el ruido se apaga y la piel ya no pide certezas, queda ese tipo de amor que no necesita ser explicado. Es un amor que llega sin golpear puertas, que se sienta en silencio junto a ti y te acompaña como si siempre hubiese sabido dónde encontrarte.

No reclama espacio, porque ya lo habita. No promete quedarse, porque su presencia no se mide en tiempo, sino en intensidad callada. Es el amor que no busca cambiarte, sino sostenerte mientras tú te reconoces.

A veces es apenas un gesto, una mirada tranquila, un silencio compartido sin incomodidad. Es ese amor que entiende que no todo debe arder para ser verdadero, que algunas llamas solo iluminan sin consumir.

Y cuando lo sientes, sabes que nada falta. Que no hay exigencias, ni temores, ni contratos invisibles. Solo una paz profunda, como si la vida dijera: “Así está bien”.

 

El susurro detrás del cristal

    Camila siempre cruzaba el mismo puente cada tarde. No era muy largo, ni muy alto, pero tenía barandales de cristal donde el cielo se reflejaba distinto según la hora.

Un día se detuvo. No por cansancio, sino porque sintió algo que nunca antes había notado: el reflejo ya no mostraba su rostro, sino el de alguien que extrañaba profundamente. No supo si era memoria, magia o deseo. Solo se quedó quieta, contemplando.

Los otros caminaban apurados, sin mirar. Pero Camila, por primera vez, entendió que no todos los reflejos muestran lo que somos… algunos revelan lo que aún falta por abrazar.

 

El faro en la lluvia


    Mateo no tenía brújula, pero tenía pasos. Y aunque cada camino le parecía distinto, siempre regresaba a la misma playa: aquella donde el faro aún brillaba, aunque nadie viviera dentro.

Una noche de tormenta, cuando las olas parecían más grandes que su fe, Mateo volvió a ese lugar. La lluvia le golpeaba el rostro, como si el cielo lo pusiera a prueba. Pero el faro… no se apagó. Ni el viento, ni el abandono, ni el tiempo lo habían vencido.

Mateo se sentó bajo su luz y lloró. No por tristeza, sino por reconocimiento: entendió que había cosas en la vida que brillaban solo para recordarte que no estás perdido, aunque parezcas estarlo.

Desde entonces, cada vez que todo parecía incierto, cerraba los ojos… y volvía, en alma, a ese faro.

 


 

                                                                                                                                                                                                          Niko.c 

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