Latidos Invisibles. 3

         Acto Cuarto

 

La Tristeza Luminosa

Hay una tristeza que no arrastra, que no encierra, que no asfixia. Es suave, casi transparente, como un velo que cubre el corazón pero no lo ahoga. No viene a destruirnos… viene a hacernos detenernos, mirarnos con ternura, reconocernos sin juicio.

Es la tristeza que aparece cuando por fin nos damos el permiso de sentir. Cuando no escapamos de lo que duele, sino que lo abrazamos con respeto y con disponibilidad para sanar. Y es en ese acto, en esa rendición sin miedo, donde la luz comienza a filtrarse.

La belleza de la vida no siempre se ve en la alegría, sino en la capacidad de transformarnos incluso cuando lloramos. Porque hay lágrimas que limpian, silencios que curan, pausas que enseñan. Y hay momentos donde, pese a la sombra, el alma decide encender una vela.

 ¿Cuándo fue la última vez que tu tristeza te enseñó algo hermoso sobre ti mismo?

 

        Acto Quinto 

 

La Paz Después de la Tormenta

A veces el mundo se deshace frente a nuestros ojos. Llueve dentro del pecho, retumba el pasado como trueno, y la incertidumbre se vuelve viento que desordena todo. Pero incluso en medio del temblor… hay algo que aguanta. Una raíz profunda, una luz quieta, un suspiro que espera.

La paz no siempre llega como promesa, sino como consecuencia. Como ese instante en que ya no hay qué defender, donde ya no arde la rabia, ni duele el silencio. Es cuando te das cuenta de que sobreviviste. Que puedes volver a habitar tu cuerpo sin temor.

Y no es que todo esté resuelto… Pero hay espacio. Hay aire. Hay calma que no exige respuestas, solo presencia.

La paz es ese abrazo que no pide permiso, que entra después de que todo lo demás se ha ido. Y es ahí, justo ahí, donde volvemos a mirar con ojos nuevos.

 ¿Qué tormenta te enseñó que había en ti más fuerza de la que imaginabas?

 

 

 

                                                                                        NiKo. C