Latidos Invisibles. 2
Acto tercero
El Deseo
El deseo no siempre grita. A veces susurra, se esconde detrás de una mirada, de un silencio lleno de intención. No es sólo piel y pasión; es hambre de conexión, de sentido, de algo que nos haga sentir completos aunque sea por un segundo.
Hay deseos que queman con dulzura, como una vela encendida en medio de una noche larga. Otros se esconden por miedo a ser descubiertos, a que la intensidad no sea compartida, o a que el mundo no esté listo para entender lo que arde dentro.
Desear es reconocer que hay algo más allá de lo que tenemos. Es admitir que hay vacíos que solo ciertas miradas, ciertos gestos o ciertas palabras pueden llenar. Y también, es saber que no todos los deseos deben cumplirse… algunos existen solo para recordarnos que estamos vivos.
¿Qué es eso que en silencio deseas, que aún no has dicho, pero que late fuerte dentro de ti?
Acto cuarto
El Dolor que Arde
Hay dolores que no gritan, pero queman lento. No siempre vienen de heridas físicas, sino de silencios, de despedidas sin cierre, de preguntas sin respuesta. Es ese ardor que se instala sin pedir permiso, que atraviesa los días como una sombra que no deja de caminar a tu lado.
Pero también, ese dolor es fuego que transforma. Nos rompe… sí, pero también nos revela. Nos hace mirar más profundo, amar con más conciencia, valorar la paz cuando finalmente llega.
A veces, el dolor aparece justo cuando más deseamos estar bien, y parece injusto… Pero tal vez viene para recordarnos que estamos vivos, que sentimos, que estamos hechos de emociones que no se pueden controlar ni esconder.
¿Qué fue eso que te ardió tanto que aún lo recuerdas… pero sabes que te cambió para siempre?

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